Por Magdalena Martínez García. Doctora de Ciencia y Tecnología Biomédica (Universidad Carlos III).
Los nueves meses de embarazo comportan muchos cambios en la vida de las mujeres. Su cuerpo se transforma para acoger y alimentar al bebé, pero también lo hace el cerebro. Este órgano se activa para preparar a la madre para la etapa que se abre una vez pasado el parto: la del cuidado de su nuevo hijo o hija. Magdalena Martínez García detalla algunos de estos cambios en este artículo.
La maternidad es una experiencia transformadora tanto a nivel físico como emocional. «Desde que llegaron mis hijos todo ha ido transformándose. Ahora nuestra percepción del mundo es otra» confiesa Diana Oliver en su libro Maternidades Precarias. Esta transformación comienza mucho antes de sostener al bebé por primera vez. Durante el embarazo, el cuerpo de la madre experimenta cambios extremos para crear, alojar, dar a luz y nutrir a su bebé: su volumen sanguíneo prácticamente se duplica, sus glándulas mamarias comienzan a producir leche y aparece un nuevo órgano, la placenta, que secretará enormes cantidades de hormonas que coordinarán todos estos cambios. Lo que quizá menos gente sabe es que hay otro sistema del cuerpo de la madre que también experimenta grandes cambios que son cruciales para la supervivencia del bebé: su cerebro.
Las hormonas: un torrente transformador
Durante el embarazo, las mismas hormonas que coordinan la gestación y el parto del bebé, como el estradiol o la oxitocina, viajan al cerebro de la madre para activar el circuito maternal [1]. El circuito maternal es lo que subyace a la conducta materna y al enamoramiento que las madres suelen sentir por sus bebés al nacer.
Este circuito no es exclusivo de humanos, sino que lo compartimos con todos los mamíferos que gestan a sus crías en el útero. Desde roedores hasta primates, todas las hembras activan el circuito maternal en torno al parto. En algunas especies el cambio de conducta es tan pronunciado que las hembras pasan de ignorar o incluso atacar a las crías, a cuidarlas y protegerlas. Y no debería sorprendernos tal cambio de comportamiento. ¡En escasos nueve meses de embarazo las mujeres acumulan más concentraciones hormonales que en 40 años de vida! Teniendo en cuenta que nuestro cerebro está plagado de receptores hormonales, es fácil imaginar la enorme influencia que tienen las hormonas del embarazo en el cerebro de la madre.
El circuito maternal en acción
Volviendo al circuito maternal, en humanos está compuesto por regiones implicadas en tres procesos que son clave para las madres en el posparto: experimentar motivación y placer, estar en sintonía con su bebé, inferir sus necesidades, y regular sus propias emociones [2].
Al tener en brazos por primera vez a su bebé, la mayoría de las madres sienten un vínculo muy fuerte con él. Sostener al bebé, mirarlo y olerlo se convierten en las actividades más satisfactorias para la madre. Esta adicción al bebé ocurre gracias a la activación del circuito de motivación-recompensa. Con la dopamina como principal neurotransmisor, este circuito incrementa la motivación de la madre para cuidar a su bebé, el cual pasará a ser su placer más intenso.
En mamíferos, este circuito es suficiente para que la madre cuide y proteja a sus crías. En cambio, las madres humanas utilizan otras funciones cognitivas más complejas. Es muy común, por ejemplo, que cuando un bebé ríe o llora las madres sientan esa alegría o angustia como si fueran propias, un proceso conocido como empatía emocional. Además de sintonizar con las emociones del bebé, la conducta materna también conlleva mentalizar con el recién nacido, esto es, interpretar sus señales no verbales e intenciones. Ante estos escenarios tan cambiantes y estresantes, la madre también necesita regular constantemente sus propias emociones.
La plasticidad del cerebro maternal
Como hemos comentado antes, las hormonas del embarazo y parto activan el circuito maternal. Pero cuando los niveles de estas hormonas se estabilizan tras las primeras semanas posparto, sucede algo inesperado: el circuito -y la conducta materna- siguen funcionando. Esto es posible porque la estimulación hormonal aumenta la neuroplasticidad del circuito.
La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro para reestructurarse mediante cambios en el número y forma de las neuronas y conexiones sinápticas, con el objetivo de adaptarse a nuevas situaciones. Hace años se pensaba que el cerebro solo era plástico durante la niñez y adolescencia; ahora sabemos que el cerebro adulto también tiene la capacidad de modificar su estructura [3]. La evidencia actual sugiere que el embarazo y posparto inmediato son de hecho una de las épocas de mayor plasticidad cerebral dentro de la vida adulta [4].
Tal es la adaptación cerebral que investigadores de nuestro laboratorio han encontrado cambios en la estructura del cerebro de madres primerizas tras el embarazo [5] que permanecen hasta los seis años posparto [6]. Los cambios son tan pronunciados que se puede diferenciar fácilmente el cerebro de una mujer que ha pasado por un embarazo, del de una que no ha sido madre. Todo apunta a que estos cambios inducidos por el embarazo permiten que el circuito maternal funcione correctamente, ya que predicen el vínculo materno durante el posparto. Estos hallazgos solo son el punto de partida para comprender el cerebro maternal humano, pues todavía quedan por averiguar cuestiones fundamentales como cuándo empiezan los cambios cerebrales durante el embarazo, cuánto duran o los mecanismos de neuroplasticidad que operan en este periodo [7].
La cara B de la maternidad
En resumen, el embarazo y posparto son épocas de una gran plasticidad cerebral para la madre. Esta plasticidad coincide con la puesta en marcha del circuito maternal, asociado a funciones tan diversas como crear un vínculo con el bebé o inferir sus necesidades. Al contrario de lo que pueda parecer, este abanico de funciones asociadas a la maternidad no convierte a las madres en superheroínas. De hecho, tras el parto, las mujeres se encuentran en un momento muy vulnerable de recuperación física, mental y emocional.
Sin ir más lejos, una de cada cinco madres que dan a luz sufren depresión posparto [8], una patología mental que se caracteriza por altos niveles de ansiedad, ausencia de interés por el bebé, miedo a hacerle daño, y, en casos extremos, paranoia o psicosis. En esta época, una buena red de apoyo y cuidado formada por familiares, amigos y personal sanitario es fundamental para el bienestar tanto de la madre como del bebé. Como bien dice Ibone Olza en su último libro Palabra de Madre: «Cuidad a las madres, y tendréis otro mundo».
Referencias
- BRIDGES, Robert S. Neuroendocrine regulation of maternal behavior. Frontiers in neuroendocrinology. vol. 36, p. 178-196, 2015.
- FELDMAN, Ruth. The adaptive human parental brain: implications for children’s social development. Trends in neurosciences. vol. 38, no 6, p. 387-399, 2015.
- FUCHS, Eberhard; FLÜGGE, Gabriele. Adult neuroplasticity: more than 40 years of research. Neural plasticity, 2014.
- BARBA-MÜLLER, Erika, et al. Brain plasticity in pregnancy and the postpartum period: links to maternal caregiving and mental health. Archives of women’s mental health. vol. 22, no 2, p. 289-299, 2019.
- HOEKZEMA, Elseline, et al. Pregnancy leads to long-lasting changes in human brain structure. Nature neuroscience. vol. 20, no 2, p. 287-296, 2017.
- MARTÍNEZ-GARCÍA, Magdalena, et al. Do pregnancy-induced brain changes reverse? The brain of a mother six years after parturition. Brain sciences. vol. 11, no 2, p. 168, 2021.
- MARTÍNEZ-GARCÍA, Magdalena, et al. Characterizing the Brain Structural Adaptations Across the Motherhood Transition. Frontiers in Global Women’s Health, p. 76, 2021.
- HOWARD, Louise M.; KHALIFEH, Hind. Perinatal mental health: a review of progress and challenges. World Psychiatry. vol. 19, no 3, p. 313-327, 2020.